Exposición en el Centro Cultural Borges
Malvinas de cerca: Dos visiones
Tras dos décadas de amistad, James Peck y Edward Shaw
protagonizan la muestra conjunta "Malvinas de cerca: dos visiones",
en el Centro Cultural Borges, en el marco del 30º aniversario de la guerra.
Por: Lucila Bianchi
Por: Lucila Bianchi
La exposición muestra una sensibilidad compartida en torno a “ese
pedazo historia” que afectó de manera directa sus vidas, determinó muchas de
las ideas que todavía hoy sostienen, otras que desarrollaron y sus respectivos
lenguajes les permiten expresar.
El prisma de la realidad atraviesa las imágenes que Edward Shaw capturó en Malvinas. Más allá del
punto de vista, hay composiciones visuales estéticamente infalibles que
expresan desolación y agudizan alguna sensación cercana al descubrimiento de lo
nuevo que sólo ocurre en la infancia. Las fotografías de 1982, que retratan las
calles porteñas cuando el conflicto del Atlántico Sur se había apoderado de la
vida pública, aunque tan realistas, en un volante se lee “El primer cenicero
recordatorio Islas Malvinas. Todo argentino debe tenerlo”.
“Una noche de luna llena en
abril de 1982 en pleno centro de Buenos Aires, un Ford Falcon color verde
oscuro se cruzo delante de mi Fiat 600. El chofer se acercó y puso un grueso
revolver contra mi sien, invitándome a bajar de mi auto. Me pregunto porque
sacaba fotos de noche. Le explique que había visto un cartel relacionado al
conflicto de Malvinas que quería registrar. Me metió de vuelta en mi auto y me
ordeno seguirlo. No tenia idea a donde nos iba a llevar. Por suerte el viaje
fue corto: la comisaria d Suipacha y Santa Fe. El comisario de turno repitió la
misma pregunta. Explique que armaba documentación de las manifestaciones visuales
relacionadas con el Conflicto para tener una crónica fotográfica para poder
explicarles a mis hijos cuando grandes del estado de alteración colectivo, que
había poseído a la población porteña. Una hora después me entregaron las llaves
de mi auto y volvimos a casa. Aquí esta aquella foto y cien mas”. Expresó Shaw
en un escrito plasmado en la pared.
El crítico de arte y fotógrafo estadounidense llevaba
ya 15 años viviendo en Buenos Aires. Por aquellos días de clima bélico
fotografió las manifestaciones en las calles porteñas y registró los graffiti,
los carteles y vidrieras de la Ciudad. En 1993 se convirtió en el primer
residente argentino después de la guerra invitado a pasar una semana en las
Islas, y el primero al que se permitió recorrerlas, sacar fotos y hablar con la
gente. En ese viaje, encontró a James, un joven egresado de la Chelsea School
of Art, pintando en una casa en las afueras de Puerto Argentino.
"Es abril, cuando el Sol se desliza del cielo y
la temperatura va bajando mientras que la luz se desvanece. En el atardecer los
pájaros se detienen en los techos, sus patas rascando las chapas, el viento es
suave como el aire que llena el corazón de un bebé. Se escucha fútbol en la
radio, pero los resultados están interrumpidos por un noticiero. Me dicen que
papá volverá, pero no sé cuándo. También me dicen que puedo ir a cortarme el
pelo, para una foto pasaporte, pero no tengo idea de a donde iré. Todo parece
como en un sueño, aunque en la mañana, cuando nos despertamos, hay nieve en el
suelo y ruido de proyectiles cayendo al oeste". Así recuerda James Peck el
inicio de la Guerra de Malvinas. Entonces tenía 14 años, era uno de los mejores
jugadores de fútbol en las islas y tenía su propia banda de música. Un
adolescente completo, en el frío del Atlántico Sur. Cuando terminó la secundaria
recibió una beca para estudiar arte en Londres, el primer isleño en una
generación que sintió el llamado de la cultura.
Los dos artistas, unidos por una amistad de casi veinte años, se plantean el proyecto sin ningún matiz geopolítico o propagandístico. Esta muestra es un resumen de las producciones artísticas de dos seres sensibles que quieren mantener fresca la memoria de la brutalidad de lo que ocurrió en 1982, para que con el calentamiento político reciente, a nadie le pueda considerar que un nuevo conflicto armado es una manera válida de resolver un problema con raíces en los embates de nuestros tatarabuelos.
Los dos artistas, unidos por una amistad de casi veinte años, se plantean el proyecto sin ningún matiz geopolítico o propagandístico. Esta muestra es un resumen de las producciones artísticas de dos seres sensibles que quieren mantener fresca la memoria de la brutalidad de lo que ocurrió en 1982, para que con el calentamiento político reciente, a nadie le pueda considerar que un nuevo conflicto armado es una manera válida de resolver un problema con raíces en los embates de nuestros tatarabuelos.
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