La escuela es la última frontera


Entrevista a Cristina Urban, especialista en temas de Educación
“La escuela es la última frontera”
Por Gustavo García


La Institución Escolar es el pilar máximo  que tiene una Nación para desarrollarse a sí misma. Es el bastión esencial para salvaguardar la cultura y fortificarla atendiendo a las tradiciones y a la idiosincrasia. Teniendo presente el pasado se corrige el futuro y la escuela es la principal vía para lograr tal objetivo. Es la segunda institución, luego de la familia y es la encargada de nutrir en  saberes, al mismo tiempo que introduce al individuo en la interacción social con todo lo que eso acarrea: relaciones y conflictos sociales, tensiones varias fruto de la descontextualización. Es decir, cuando la escuela no se circunscribe al ámbito donde está inmersa y quita el abrigo significativo que todo alumno busca. Tensiones con respecto a lo tradicional y lo moderno. Tensiones, cuando en el imaginario de la institución se planea y se piensa en un alumno que ya no está: el alumno moderno, el alumno lector. Las nuevas tecnologías obligan a la escuela a salir del anquilosamiento y adecuarse al nuevo contexto para que el hecho educativo se consagre.
No obstante, el principal problema con el que hoy en día deben lidiar ciertas escuelas es el problema de la violencia. En una sociedad en la que los niveles de violencia fueron incrementándose a raíz de las diversas crisis económicas y, por lo tanto sociales. En una sociedad en la que paulatinamente se fueron perdiendo los valores de respeto y tolerancia y en la que se discrimina y/o excluye, la escuela no pasa desapercibida. Es más, muchas veces se intensifica en ella a raíz de que es el lugar donde las historia personales confluyen. En la que se interrelacionan alumnos/as de todo tipo social y étnico.

Cristina Urban es docente en Ciencias Sociales, con 25 años de antigüedad, Licenciada en Gestión Educativa y Vice directora de La EEMN° 3 de la localidad de Glew, partido de Almirante Brown. En su historia como docente y ahora como directivo conoció y conoce muchos casos de violencia familiar y de abusos contra el alumnado que tuvo y tiene a cargo. Esta problemática social en vez de doblegarla  hizo que pelease duramente por los derechos de los chicos y, principalmente, por la educación, la escolaridad.

G.G -Como conocedora del tema de Educación el objetivo de esta entrevista es saber cómo se maneja la escuela ante los problemas de violencia dentro y fuera de la misma. También cuáles son los casos más comunes que has vivido como docente y de qué manera los trataste, ya que sos directivo.
G.G -¿Qué edades tienen los chicos de los cuales estás a cargo?
C.U -Tienen entre 11 y 18 años

G.G -Claro, ya que siempre hay algunos que están rezagados en el tiempo por diversos motivos…
C.U –Y, hay chicos de primer año que cumplen los años en junio, entonces entran con 11 años.

G.G -Claro, son los más chiquitos
C.U -Los más chiquititos.

G.G - Anteriormente, antes de la Reforma, pertenecían a séptimo grado, pertenecían a la primaria…
C.U –Correcto. Y ahora a partir de la Reforma son seis años.

G.G -¿Y cómo los ves a estos primeros chicos que van ingresando a lo que es el ámbito del secundario?
C.U -Les cuesta muchísimo. La primera parte del año la adaptación de los chicos es bastante trabajosa para todos nosotros. Pero cuento con  equipos de profesores en los primeros años que tienen mucha experiencia en este trabajo y los van conduciendo toda la primera parte del año lentamente hasta que van cortando el cordón con la primaria y con su “Seño” y ya en el segundo cuatrimestre la cosa ya se hace más “secundaria”.

G.G -Como que se produce un “Click”, vuelven de las vacaciones y se produce una etapa madurativa en el chico
C.U -Correcto

G.G -¿Qué diferencias encontrás entre ese alumno  que ingresaba en primer año con trece años y este alumno que ingresa con doce años?

C.U -Es mucha la diferencia. Absolutamente. Un año en la vida del chico es mucho tiempo. En los adultos es nada. En los chicos es mucho porque entran con otra expectativa. Entran con otra preparación y el chiquito que viene a primer año lo sigue trayendo la mamá y escribe la mamá y piensa la mamá. Todavía no está la conciencia de pensar en la orientación que el chico va a querer más tarde y la mamá elige la escuela por cercanía o porque la mayoría de las escuelas secundarias básicas están dentro de las primarias. Entonces para la mamá, le representa  una seguridad. Excepto que esa secundaria esté en un contexto más difícil que a la mamá no le guste. Pero la opción sigue estando dentro de la misma escuela.
Además, la mayoría de los alumnos que egresan de la primaria tiene hermanos en el mismo edificio, tanto en primaria como en la secundaria y eso le organiza mejor las cosas a la familia.

G.G -¿Según tu experiencia como docente, ahora como directivo, qué función considerás que cumple la escuela  en este contexto?
C.U -Yo creo que dentro de la escuela hay muchas miradas: está el nene de primero que la mamá lo trae, que lo inscribe. Que viene a la escuela. Está el chico de primero que repitió, muchas veces más de una vez y la madre le dice “si querés una escuela, andá a buscarla porque a mí ya no me dan vacante” Y viene el mismo chico a pedirte la vacante. Y esa es la experiencia que a uno lo hace juzgar si ese chico realmente necesita esta escuela. Si está comprometido. O alumnos de otras instituciones que piden el pase a esta escuela porque aducen que en las instituciones que ellos cursan los roban, tienen problemas de violencia tanto fuera como dentro del colegio. Plantearle cuál es la característica de la escuela, como trabajamos nosotros. Pero muchas veces, vienen solos.

G.G -Como que los chicos están a la deriva…
C.U. -Sí, están solos. No todos. Pero sí la mayoría de los adolescentes están solos.

G.G -Vos contás con una experiencia muy notable en la educación ¿Cómo fuiste experimentando el transcurso de tu etapa como formadora, como docente, en estos últimos treinta años? ¿Cómo fue desarrollándose? ¿Qué cambios notaste en los mismos alumnos, en la familia, en los educadores?
C.U -Creo que el quiebre más grande lo notamos en la época del proceso, obviamente. Lo notamos. Lo sufrimos. Lo padecimos todos de distinta manera. Pero el último quiebre grande lo vimos a partir del 94.

G.G -Justo con la reforma…
C.U -Exactamente. Cambió el perfil del chico. El perfil del docente, el perfil de la familia y, a partir de ahí tuvimos que empezar, los docentes, a acomodarnos no solo a cuestiones institucionales, sino políticas, fundamentalmente, y sociales. O sea, ha habido un cambio de paradigma dentro de toda la sociedad. No somos los mismos, ya no treinta años, sino en cuatro, cinco años.

G.G -Claro, las brechas de cambio no son tan significativas como eran anteriormente.
C.U -Claro, antes era más lento. Los tiempos eran diferentes. A partir de acá el pueblo empezó a tomar otro tipo de conciencia. Ya no es el aceptar las cosas por aceptarlas, sino empezar a cuestionar. Empezar a buscar. Empezar a decir “no me gusta” o “quiero esto”. Creo que lo que está faltando es el empezar a hacerse cargo de esa decisión. O sea, estamos muy en el tema de “tengo derecho” pero hay que trabajarlo muchísimo porque a cada derecho le corresponde un deber.

G.G -Claro, trabajar en las responsabilidades.
C.U -Correcto. Este es el tema y es lo que nos cuesta mucho con los chicos. O sea, “tengo derechos” Nosotros le decimos “tenés derecho de venir a la escuela. Tenés derecho de tener una vacante, pero tenés el deber de estudiar”

G.G -En esta problemática en la cual se ve que el valor de la educación, no es el mismo que tuvo, generalmente, en otras épocas ¿Qué implicancia le ves a los medios masivos de comunicación a partir de los 90; las nuevas tecnologías? ¿Qué incidencias creés que tienen esos cambios tan rotundos en el quehacer educativo?
C.U -Si nos ponemos a pensaren la Ley 1420, sabíamos que la escuela era el despegar hacia un horizonte diferente. El chico tenía a la escuela. La escuela era su centro de atención, era su vida. La escuela le brindaba todo lo diferente que la casa no le daba. Al aparecer los medios masivos de comunicación, nosotros hemos perdido mucho territorio ¿Por qué? Porque lo diferente está afuera. No está adentro de la escuela. Entonces, cuesta mucho captar a ese chico que viene fascinado porque tiene internet, porque tiene acceso a otros medios de comunicación. Pero a la escuela, también, le cuesta muchísimo enseñarle a leer esos medios de comunicación. O sea, no es solamente “tengo internet”, porque sería, como en nuestra época de chicos, “tengo televisión”, me están transmitiendo un mensaje. Acá, no solo hay que entenderlo sino que hay que recrearlo, adaptarlo, aprenderlo y criticarlo. Y criticar no es malo. La palabra Crítica significa separar lo bueno de lo malo. O sea, encontrar una posición. Un criterio. Y sobre esto venimos trabajando mucho. Los medios sí, nos han jugado muchas veces en contra porque de acuerdo al momento político que se vivió la escuela pasó de ser un gran sostenedor de la sociedad. Pasó a ser un lugar donde el maestro no sabía nada, el maestro no servía para nada. Y a la escuela se lo mandaba al chico a que la “niñera” lo cuidara y le diera de comer. Y este lugar, creo que los docentes lo seguimos peleando. Si bien en un primer momento perdimos, porque el chico nos duele, al chico lo queremos. Este chico no tenía qué comer. Buscábamos donde fuera para que comiere y si no tenía un par de media también se lo buscábamos. Es un gran trabajo el que tenemos hoy de, como pide la nueva Ley de Educación, ponerle contenido, ponerle exigencia. De volver a enseñar, que es la función de la escuela.

G.G -Y, en este caso lo que vos notás también con los medios de comunicación es que la familia se disgregó…
C.U -Son modelos diferentes.

G.G -Modelos diferentes. Como si el “chupete electrónico”, que son los medios de comunicación, tomó por asalto esta función que tenía la familia.
C.U -Sí, sí. Fundamentalmente. La familia también ha sufrido cambios. Si lo vemos desde el punto de vista de la mujer que ha tenido que salir a trabajar. Cuando hablamos de la crisis económica en la que el marido quedó sin trabajo y la única posibilidad de la mujer era realizar otro tipo de tareas que llevara el sustento a casa, a tener en cuenta que hoy la sociedad es diferente: tenemos divorcio, tenemos otros tipos de modelos familiares. Nosotros mismos lo notamos acá: tenemos cuatro, cinco hermanos que no son todos del mismo papá. Y que, de repente, esos cuatro o cinco hermanos están viviendo con una pareja diferente de la mamá.

G.G -Para ir un poco al tema del flagelo social que representa la violencia, que se fomenta muchas veces desde los medios, la escuela no está ausente de tal fenómeno. Está implicada directamente ¿Cuáles creés que son las principales causas, según tu experiencia, por las que un alumno manifiesta violencia con los compañeros o con los directivos y docentes?
C.U -Hay dos cuestiones: primero, que la escuela es la última frontera. Es la única institución que se ha mantenido dentro de este tratamiento, o mantenimiento social de los chicos. Y, por el otro lado, la escuela es un espacio público en el cual todos nos encontramos. Entonces ¿Qué es lo que origina la violencia? La violencia no se origina dentro de la escuela. Puede haber discusiones entre chicas, generalmente, más que entre varones.

G.G -Hoy en día las chicas son las que más manifiestan violencia ¿No?
C.U -Sí, totalmente y tienen distintos tipos de proceder. Pero, principalmente, hay una cuestión de barrio. Los chicos de trece, catorce años salen de noche. Se encuentran en otros espacios. Allí es donde comienzan los problemas. Los problemas continúan en el barrio. Pero puede ser que allí no se encuentren porque las madres lo evitan, pero el tema trasciende y se produce el problema cuando vienen a la escuela. Este es el lugar de encuentro. Entonces, en la escuela estalla la cuestión de violencia, que, de repente, nos empezamos a dar cuenta por determinados indicadores de conducta en los chicos de que algo está pasando y allí es donde nos empezamos a meter. Cuando empezamos a detectar cuáles son los problemas, puede suceder que ya hay una barra en la esquina esperándolos. Sea con palos, sea con cadenas. Y empieza otro circuito. Lo primero que hago es hablar con los chicos. Después llamo a los papás pidiéndoles que vengan, que se acerquen en el mismos momento y se les comenta la situación. Se trata de establecer un plan de acción. Fundamentalmente que se lo lleve para que no se encuentre con el otro grupo. Pero  a su vez estoy en comunicación permanente, primero con el 911 para atender la emergencia. Y después trabajo mucho con la policía. Con el personal que está trabajando con el tema de relaciones con la comunidad para ver cómo podemos hacer para ir sobrellevando este tema de la violencia. Vienen, charlan con los chicos, les hablan de la ley.
A nivel pedagógico se trabaja en todas las áreas y con todos los profesores.  El profesor no entra y da su clase y nada más.  Se atiende al emergente, se atiende la problemática. Y lo trabajamos entre todos.

G.G -Y en estos distintos casos que vos viste, viviste, de violencia en un alumno y llamaste a sus padres ¿Con qué clase de familia en cuanto a su nivel cultural, te encontraste cuando la citaste en un caso puntual?
C.U -A veces, aunque llame la atención son los mismos padres los que son violentos. También hay cuestiones sociológicas. O sea, hay cuestiones de relación: el chico muchas veces en la escuela se comporta muy diferente de lo que se comporta fuera de la escuela. Como que está representando un papel de alumno en la escuela. Pero la violencia está. La escuela no está fuera de la sociedad.  Entonces, se nos hace difícil porque muchísimas veces les pedimos lo que ellos saben que afuera no funciona. Y te dicen “Profe. No. Así no, porque usted va a salir y le van a hacer esto, le van a hacer lo otro”. Ellos te cuidan a vos. Aunque parezca mentira. Y hay distintos tipos de situaciones de violencia. Tenés la violencia física o de grupos. Tenemos muchos casos de abusos. Como así también al padre se le fue el chico de las manos. Viene y te dice el papá “haga lo que pueda y haga lo que quiera”. Hasta te dicen “¡Péguele, yo le doy permiso!”

G.G -Le traslada toda la responsabilidad al ámbito educativo
C.U -Exactamente. Y si al chico le pasó algo cuando salió, lo primero que hacen es demandarle a la escuela qué hizo la escuela.

G.G -Recién hablaste de abuso, ¿No? ¿Cuáles son los primeros indicios en los aspectos actitudinales de un alumno o alumna tal que uno debe notar o debe focalizar para interpretar que tuvo un abuso sexual o maltrato familiar?
C.U -En un primer momento los chicos suelen retraerse. Suelen cambiar su conducta y esto era lo que a los docentes nos decía “¿Qué está pasando?” y empezábamos a hablar con el chico del cual, obviamente, no obteníamos respuesta. Y hablábamos con los compañeros e íbamos rodeando a la familia. Íbamos viendo qué situaciones pasaba hasta que el chico, de repente, por ahí, confiaba en nosotros y nos contaba. Pero ahora es diferente: ahora el chico (obviamente, el adolescente tiene su grupo de pertenencia y de referencia y su grupo de adolescencia. Entonces se lo cuenta al compañero, muchas veces) Uno va observando que hay comportamientos diferentes. Entonces el compañero viene y te pide ayuda por el compañero. Te dice: “Mire profe le está pasando esto, pero tiene vergüenza. No quiere hablar con usted” Entonces, vienen las dos personas y se comienza a hablar. Se empieza a ofrecerles determinados tipos de posibilidades de ayuda y, fundamentalmente, ver, si el problema está dentro de la familia qué posibilidades hay de hablar con la familia primero. Hemos tenido casos donde ha habido abuso, violación y golpes. Donde la criatura confió en nosotros. Y después del golpe y del abuso vino a la escuela. Y de la escuela procedimos. Y hoy la criatura no está en su casa.

G.G -Y en esos casos ¿Qué pasos legales lleva adelante la escuela cuando se detecta un caso y fehacientemente se trata de un caso de abuso familiar? ¿Cómo actúa legalmente? ¿Qué organismos externos son los que intervienen en esos casos? ¿Cómo se adapta con la escuela? ¿Cómo interactúan?
C.U -Si el chico vino golpeado, automáticamente llamamos a Emergencias. Tenemos en Centro Local con el cual nos ponemos en comunicación y al mismo tiempo nos ponemos en comunicación con nuestro inspector. Y, de acuerdo, con lo que se diagnostica, se sigue trabajando. Normalmente, lo que hace el Centro Local es, si hay algún familiar que el chico (y, ojo, porque el chico en esta situación y, es un adolescente, tiene voz. Él opina, él habla y se respeta) tenga y se pueda confiar, lo que le dan es una medida “De abrigo”

G.G -¿De abrigo?
C.U -Sí. El menor se va con esa persona.  Muchas veces esa persona no se trata de un familiar. Puede elegir a un vecino. Al docente. Al sacerdote. Aquella persona en la que él confía y que a su vez, esa persona quiera llevar esa responsabilidad. Y después la ley sigue su curso. Nosotros lo que tratamos, en particular, es que el chico no pierda la escolaridad. Si está en una situación de diagnóstico. En una situación en la que no pueda venir a la escuela, tratamos de hacerle una tutoría domiciliaria en la cual los profesores le dan la tarea, la persona encargada del alumno la viene a buscar. Si quiere venir la criatura, viene. No se pierde el contacto con la escuela. Se corrige, se vuelve a mandar actividad hasta que el chico pueda volver a la escuela. Si en la medida en lo que decide el juez es que el chico sea sacado de este contexto y se lo pone en otro, apoyamos a la institución o al lugar donde se lo envíe, todo lo que esté de nuestra parte.

G.G -Pero desde el colegio siempre se recalca que el chico no tiene que perder la escolaridad.
C.U -No, no. De ninguna manera. No solo en este caso, sino, lo chicos que trabajan, sino, las chicas que están embarazadas. Chicos que tienen problemas de salud. Cuesta mucho conseguir la “Escuela domiciliaria”, porque son muy pocos los docentes disponibles y en cuanto a secundaria son docentes (generalmente de nivel primario), no son profesores. Entonces, lo que hacemos es trabajar en conjunto. Los profesores brindan los trabajos prácticos. La maestra los ayuda a hacer el trabajo. Ese trabajo vuelve a la escuela para ser calificado por el profesor y el chico nunca pierde la escolaridad.

G.G -Eso es lo importante.
C.U -Sí. Es una manera de que esta inclusión sea real.
                                                                                                                                                       
G.G -Cuando se detecta un abuso ¿cómo se trabaja con los docentes? Vos, como directivo, ¿De qué manera los orientás cuando cada uno de los mismos maneja una temática curricular en la cual quizás implícita o explícitamente se tocan temas que tienen que ver con el abuso? ¿Cómo trabaja anteriormente para que el chico abusado no sienta un rechazo o se sienta de alguna manera identificado como un chico abusado? 
C.U -Fundamentalmente, cuando detectamos el caso,  no queda reservado a la dirección y a la inspectora, nada más. Sino que se habla, justamente, con todos los profesores. Con toda la institución. Si lo que está proyectado son algún tipo de actividades, por ejemplo, una charla sobre educación sexual que vienen del municipio o de los hospitales de alrededor. Ese grupo no va a tener esa charla, en particular. O se suspende toda la charla para un poco más adelante. Si hay temáticas en particular que va  a tratar, por ejemplo, el profesor de Prácticas del Lenguaje en cuanto a texto informativo reverá esta situación para no focalizar en ese tema.

G.G -Tener discreción…
C.U -Exactamente. O sea, no se hace conocido por nosotros el tema. Generalmente,  sí se hace conocido por los mismos chicos. Porque, vuelvo a repetir, los chicos confían entre ellos y ellos llevan esta información a la casa por preocupación. Entonces viene la familia a preguntar  qué es lo que está pasando. Se le comenta sin opinión. Sin subjetivar la situación, buscando el apoyo y contención de la familia. No se genera un corrillo  haciendo blanco de esa problemática.

G.G -Claro, y que no se lo estigmatice más…
C.U -No, no. De ninguna manera. Al menor hay que protegerlo. Los derechos del niño, realmente. Ese es el lugar que tienen que ocupar.

G.G -En estos casos, hablando de los organismos que intervienen. Los organismos externos ¿Qué problemáticas trae cuando esos organismos no son consecuentes con el hecho o dejan muy aislada a la escuela? ¿Cómo procede la misma? ¿Qué estrategias o a qué puede llegar a acceder la escuela para contener a ese chico?
C.U -Nos ha pasado. A veces hacemos la denuncia. He ido personalmente. Soy una de esas personas que va hasta a los juicios. Porque el chico me importa. No es un número para mí. No es un nombre. Y a veces pasa que los tiempos de la justicia no son los tiempos reales de las problemáticas de los chicos. Entonces, si encuentro de alguna manera, eco en alguna parte de la familia, también trabajamos con el centro local, con ONG que están trabajando en cuanto a psicología. Entonces, si podemos llegar a ayudar desde ese punto de vista con una atención psicológica gratuita. Donde no solamente se le presta al chico sino, es sistémica, a la familia. Tratamos de hacer eso. Pero el dolor más grande es fallarle al chico y la mayor desesperación, por lo menos personal que tengo es en el período de receso. Cuando pasa  diciembre, y llegan enero y febrero. Que no sabemos qué le pasa al chico. Y es difícil. Tratamos de ver  que haya alguna posibilidad de abordaje, de solución antes de que culmine el periodo escolar.

G.G -Que es el momento en que la escuela está lo más presente con respecto al chico y la que puede actuar ya que cuando pasa al receso…
C.U -La escuela es importante. Si bien el adolescente escribe, pinta, protesta, rezonga. Sabe que la escuela está. Vos mismo lo ves, que el pibe falta a la escuela pero ves que viene a traerte una hoja porque te quiere ver.

G.G -Es el único ámbito donde se siente visibilizado…
C.U -Y contenido

G.G -Con respecto a este trabajo que hace la escuela como institución. El gran trabajo social que hace. En los últimos tiempos, la institución escolar, dadas las diversas crisis económicas, fue objeto de múltiples polémicas en cuanto a su funcionalidad. Pasó de ser muy asistencialista, a contener…¿Cómo se trabaja todos estos aspectos sin menoscabar el aspecto pedagógico?
C.U -Bueno, si vemos la nueva Ley de Educación,  justamente, lo que está tratando es de revertir esta situación. Si nos ponemos a analizar fríamente, estamos en un período de transición. De una escuela vacía de contenidos a un chico que tienen que dar cuenta de lo aprendido. Entonces, este trabajo recae sobre nosotros. O sea, vos sabés muy bien que cuesta muchísimo que el chico vuelva a tener hábitos de estudio. Que el chico se comprometa con la tarea. Que el chico se sienta comprometido. Está en nuestra propuesta pedagógica tratar de atraer al chico, de que se sienta parte de esa propuesta y de que él mismo empiece a construir aquello que los adultos en su momento nos encargamos de vaciar. Es muy importante la tarea de la escuela. Vuelvo a repetir, la escuela no está fuera de la sociedad. Nosotros tenemos la escuela que demandamos. Que queremos, y queremos hacer cumplir. Tenemos muchos papás que siguen confiando en la escuela, muchísimos, por suerte. Y tenemos otros que, si bien confían en la escuela, lo confían cómodamente: “encárgate de mi hijo”. Uno no es el padre, hace lo que puede, pero no es el papá.

G.G -¿Qué importancia tiene el edificio escolar en el alumno? ¿Cómo se siente el alumno cuando el edificio escolar es óptimo?
C.U -Tenemos las dos caras: nuestra experiencia es que hemos estado años, gracias a la Reforma anterior, “fuera de la escuela”.

G.G -¿Qué significa estar “fuera de la escuela”?
C.U -Teníamos una “Articulación” con la Escuela Técnica que quedaba a 20 cuadras de la escuela ¿Por qué? Porque se habían generado 7mo, 8vo y 9no que, obviamente en la escuela que nosotros estábamos, no tenía capacidad física para albergarlos. Por lo tanto, quedaron, en un primer momento los 7mos en una división que se hizo del SUM (salón de usos múltiples) para poder tener un aula y, el resto de los cursos, los teníamos en la Escuela Técnica, con la dinámica de la escuela técnica. En el año 2006 se generan las Secundarias Básicas y ahí se nos produce otro problema: quedamos en la calle nuevamente. Entonces, en una casita que pertenecía al Instituto de Formación Docente en el cual funcionaba en el turno noche, en el mismo edificio de la Escuela 4, allí pusimos a los cuatro séptimos: dos a la mañana y dos a la tarde. Quedamos en la calle. No teníamos en donde ubicar a cuatro 8vos y a cuatro 9nos. De tanto peregrinar, pudimos alquilar un edificio que anteriormente había funcionado como supermercado, el cual tenía los ganchos de carnicería y teníamos una cámara donde no entraba el aire, que nos costó horrores que nos pusieran extractores. Pero empezamos allí en le 2006 sin mesas, sin sillas. Estuvimos así durante cuatro meses. Cuando conseguimos las mesas y sillas, bueno. El tema fundamental fue que lo chicos empezaron a valorar lo que era tener una mesa y una silla. Hasta ese momento habíamos funcionado en el piso y en mesas de asado, bancos de asado. Los papás venían, nos traían los bancos que disponían. Compramos bancos como para poder sentarnos los docentes ya que era un poco difícil pararse. De todos modos, nunca perdimos un solo pibe. Teníamos una matrícula para 400 chicos y la mantuvimos. Y, en ese período gracias al trabajo docente ganamos un premio y nos fuimos a la Antártida, entre 80 escuelas que habían sido apadrinadas por la Armada. Cuando logramos ingresar en la escuela en la que estamos, que es una de las cuatro escuelas modelo de la provincia de Buenos Aires. Los primeros dos años era la paz total. Lo chicos, enamorados. En ese “supermercado” no teníamos lugar para hacer un recreo, pero jamás se nos cayó un chico, se nos lastimó.

G.G -Era trabajar con un riesgo constante…
C.U -Y con el apoyo de todos. Porque los profesores en el recreo se ponían dos sillas en el descanso de la escalera y tomaban un café ahí. Y abajo, otros dos profesores en la parte de la cámara para no dejarlos (a los alumnos) entrar. Nos apoyábamos entre todos: papás que venían y llevaban merienda de ese edificio a la casita y en la casita no teníamos agua. Teníamos que arreglarnos con la preceptora para poder hacer funcionar el motor y funcionábamos con una preceptoría debajo de un ciruelo durante dos años. Con lluvia, con frío, con todo. O sea, era el trabajo de todos. Todos queríamos a la escuela y nadie se fue de ella.
Ahora, el tema es que esas generaciones ya pasaron. Y los chicos que tenemos hoy, estamos permanentemente haciéndoles valorar lo que tenemos. Así sea la mesa y la silla, que escriben. Por suerte el trabajo da como resultado que no escriban las paredes, no escriban otros tipos de cosas. Pero las mesas las escriben. También hay jornadas de limpieza.
Han sido épocas muy difíciles para nosotros la reforma anterior.

G.G -Eso fue  lo que desarticuló todo lo que tiene que ver con la educación como aspecto simbólico de la sociedad. Tuvo un producto que generó ciertas dificultades a la hora de enseñar.
C.U -Y si, calculá que teníamos un aula que era una habitación pequeña en la que el profesor daba clases en el umbral de la puerta. Porque no podíamos entrar. Era muy difícil, pero eso no implicó que no se enseñara.

G.G -El recurso humano fue indispensable para superar el aspecto material…
C.U -Sí. No teníamos muebles. Nos habían mandado libros del Ministerio y esos libros eran nuestros muebles. Los profesores hombres colaboraban, ponían estanterías y otras directoras me facilitaban alguna mesa para que pudiéramos trabajar y, sin embargo, le pusimos toda la garra y seguimos trabajando. Y seguimos enamorados de esa época por difícil que fuera. Los chicos iban a la Casita y a la Casa Amarilla (ex supermercado). Nombrarlos era decir ESCUELA.






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