Por Roberto Bouchet

ENTREVISTA - VENDEDOR DE FLORES
“SOÑABA NO PISAR NUNCA MÁS EL BARRO”
TECO CARBONI HABLÓ DE SU VIDA Y SUS SUEÑOS

Recibió la propuesta de la entrevista como no podía ser de otra forma.  Con timidez mezclada con asombro, y con una larga y silenciosa pausa que traslucía muchas dudas. Se podían adivinar las preguntas que seguramente se estaba haciendo el destinatario de la propuesta.  ¿Por qué yo? ¿A quién le puede interesar lo que diga? ¿Que puedo decir de interesante?  Sin embargo, más allá de lo que el protagonista pudiera pensar, lo interesante de su relato era su propia vida, que llena de sinsabores y sufrimiento, esfuerzos, tristezas y alegrías, pero que pudo construir con inmensas muestras de tesón, trabajo y voluntad.  Así, después de 46 años de vida, nuestro protagonista puede decir que le ganó a lo que otro podría haber imaginado como un inevitable destino de fracaso y desventura. Hoy, muchos en una situación similar a la de él, podrían pensar que no tienen futuro y bajar los brazos con resignación.  
Héctor Roberto Carboni, más conocido como Teco, nos cuenta como hizo su camino en la vida. Con la mayor y mejor predisposición, nos permitió saber de él, de sus orígenes, de donde viene y hacia donde va.  

"Teco" Carboni
En Sarandí, sentado en un mullido sillón, gaseosa de naranja en mano para que no se le seque la lengua de tanto hablar,  con  el partido de semifinales de Copa Argentina entre Racing y River sin audio de fondo, y cerca de una estufa para apaciguar  el frío de esta tarde casi noche de domingo 2 de junio de 2012, nos contó su recorrido.

Su relato comenzó contando que nació un 28 de marzo del 66, en Avellaneda, que estudió la primaria en "la 51, Villa Gonet, Wilde, hasta séptimo grado, después nada más", señalando a modo de tenue excusa que eso fue "porque honestamente yo soñaba jugar a la pelota, era mi sueño".   Dio cuenta de su muy humilde origen cuando vivía con sus padres y 10 hermanos en la IAPI, aquel humilde barrio de Quilmes, donde "jugaba a la pelota todo el día, pelota de plástico o de goma" aclarando que tener una pelota de goma "era como tener una nike de oro".  Nos habló de una infancia dura, de sinsabores y privaciones, donde ya con 9 años "soñaba no pisar nunca más el barro, odiaba el barro", mientras "vivía en una casilla" y donde "tener unas zapatillas flechas era lo mejor".
"Cuando empecé a tener 11 años iba a pedir,  tenia vergüenza,  salía para Villa Gonnet, Wilde, pedía en las casas y la gente era buena, bondadosa, me daba vergüenza" cuenta hoy a sus 46 años de edad, con una inocultable tristeza dibujada en el rostro.  No le resultan agradables esos recuerdos, de cuando "vendía en los colectivos, golosinas, chicles Arcor, de la mañana hasta las 5 de la tarde", aclarando que "le compraba al mayorista, compraba yo, tenia una caja de chicles, y para no ir a cada rato tenía mi ahorrito y compraba 10 cajas, me quedaba con 3 cajas y tenía un quiosquero que me guardaba la mercadería para no perder tiempo", en una muestra de ingenio y aptitud innata para el comercio que le guiaría en su futuro camino. 
Habló también de su mayor frustración cuando con poco más de 12 años después de probarse en el club de sus amores, Independiente, y pasar las consabida prueba, no pudo ficharse.  Recuerda aún crudamente ese momento cuando le dijo a su madre lo que para él era una buena noticia, como una "conversación que duro un minuto y  medio. Le dí el papel para ficharme, lo rompió y me dijo: no. Vos tenés que trabajar,  y me rompió mi ilusión".
Los recuerdos afloran, y así Teco rememora que "vendía agua en Bernal, agua potable porque no existía el agua ahí, con un carro y caballo con tanque de 400 lts.", sonriendo al señalar "incluso salimos en una revista Flash" señalando que en la tapa de la revista decía "A 10 minutos de la Capital se vende el agua".  
Siguiendo con el repaso de su vida, contó que "a los 15 años me junté con Cata, tuvimos un chico, a los 17 años tuvimos otro y el problema era el tema laboral. A a los 15 años tuve un chico y Cata tenia 15, la misma edad que la mía", señala en referencia a Catalina -Cata-, y sus dos primeros hijos “Alber” y “Loqui”.
Después de los 16 trabajé un año en pavimento, hacíamos asfalto para una empresa, se hacían los asfalto en los tribunales de Lomas”, señaló mostrando otra faceta laboral más, porque “yo necesitaba trabajar”, porque “nadie me daba nada”.  Ahí, en este trabajo comentó que “era ayudante de cordonero, el asfalto empezaba y cuando avanzaba 30 metros poníamos los moldes en los cordones, iba y venia, era pesado. … estuve un año … hicimos 60 cuadras … enfrente de los tribunales en un barrio de chalecitos”
También contó que después de quedarse sin trabajo en “pavimento” por ser menor, “anduve a la deriva”, porque “en el barrio era pobre y cartoneaba con un carro y un caballo”, agregando que “andaba mal porque ya tenía dos pibes”.
En este punto de su relato, también recordó como empezó a trabajar con la venta de flores.  Contó como fue, y así dijo que “Walter Leguiza me dice:  ¿Querés venir a vender flores?”,  aclarando en relación a su amigo, que “él trabajaba en los semáforos”.  También recuerda con gratitud como fue su inicio con su hermana que “vivía en Varela, Bosques” prestándole 100 pesos para comprar las primeras flores para vender y como con Walter Leguiza, “al otro día tomamos el 17 hasta el obelisco, Carlos Pellegrini, tomamos el subte, bajamos en Medrano y Corrientes, donde estaba el Mercado de las Flores”, donde “compramos las flores”, con “una bolsa de consorcio por la mitad de flores, compramos papel celofán”, para entre risas recordar que “cuando armo el ramito me quería morir; ¡Pensaba en los 100 pesos! ¡No los recupero más!  ¿Qué le digo a mi hermana?”.  “Armamos los ramos, fuimos a Avellaneda, al centro de Avellaneda,  frente al Fiorito, 9 de julio y Belgrano, calle empedrada, Belgrano no existía porque iba todo por Mitre.  El se fue al Puente Barracas porque el Pueyrredón no existía, se estaba edificando´” siguió contando.  “Vender era de 5 de la tarde a 10 de la noche, él me decía”, refirió en relación a su amigo Walter, “vos te vas a parar acá  … los ramitos los pones en la mano y vendes …” recuerda Teco como gran consejo de iniciación al mercado de la venta de flores.  Como final del primer día de trabajo en el rubro, recordó con mucha alegría “gastamos 60 y veníamos con 300 pesos. ¡Una emoción bárbara! ¡Nunca me sentí como ese día!” dice hoy a la distancia, sin saber que aquél día sería el que lo marcaría para siempre.
También hizo una pausa en el relato para señalar que los japoneses del Mercado de las Flores fueron los que le enseñaron los secretos de las flores, cuales comprar, como, como presentarlas y todos los detalles del mercado.
Habló sin reservas ni condicionamientos, dejando de lado rencores y enojos que terminaron con la ruptura de la incipiente sociedad comercial con su amigo Walter, como quedó solo con la venta de flores y como después, cuando su papá tuvo problemas de trabajo y “se quedó sin laburo porque un tipo lo jodió, agarré y lo traje a mi papá”, para que trabajara con él vendiendo flores, “desde el ‘93 hasta el ‘99 hasta que falleció, trabajó 6 años conmigo, falleció de cáncer de pulmón, y antes que fallezca mi papá pusimos un puesto”.   Su primer puesto en Villa Domínico, Avda. Mitre al 4800, frente al Parque Domínico.
Llegó un momento que del año ‘85 al año ‘95 yo trabajaba en una carbonería, aparte de lo de las flores.  Yo iba a compras las flores a las 4 de la mañana,  a las 7 estaba en mi casa, Cata se quedaba haciendo las flores, yo entraba a laburar en la carbonería a las 8 en mi barrio, venia a las 12 a comer, entraba a las 2, salía a las 6, Cata armaba las flores, … yo venía, me bañaba y me iba a vender, hasta las diez y media, once de la noche.  Y laburé 10 años en la carbonería, haciendo todo eso de lunes a sábado, domingo …” agregando “Llegue a tener verdulería, forrajería, carbonería o sea que tenia tres trabajos”.
También comentó que en esa época, para el 95, 96, ya tenía 4 hijos, a los dos anteriores se habían agregado “el Chino”, quien tuviera su paso por la primera de Independiente, y “Abi”, la menor de la familia.
Comentó también que cuando en el año 95 pudo tener la habilitación municipal para poner su puesto de flores en Villa Domínico fue cuando se dijo “esta es la mía, y me quedé con las flores”, agregando “ahora tengo dos puestos, uno en Domínico y el otro compré en España y Belgrano, saque el permiso para ponerlo ahí”.
También contó con mucha alegría cuando, para tratar de bajar los gastos para hacer más rentable su incipiente negocio, pensó en comprarse un automóvil para dejar de usar remís para ir a comprar las flores.   Así dijo “Tenia miedo de aprender a manejar, tenía miedo de ir al lado del chofer, pero dije, yo tengo que aprender a manejar,  venía pensando en comprar un auto, pero tenia miedo”.
Así, puntualizó que “en el año 2001 me compre un Dodge  ‘88, con gas”, agregando con una amplia sonrisa “mi cuñado sabía manejar y lo tenía de chofer a mi cuñado, y me empezó a enseñar a manejar”.  “Tenia el auto y no sabia manejar”, señaló, recordando sus primeros pasos como conductor muy expresivamente, “mi cuñado me cagaba a pedos porque se paraba y se paraba el auto”.  Finalmente y con mucha gracia, recordó “saque el registro el 7 de enero, el 8 me dijo mi cuñado, el 7 a la noche, me dijo,  ¿Mañana a que hora vamos a ir al Mercado, Capital, pleno centro?. Vos mañana te quedas, mañana hay chofer nuevo, voy a ir yo solo”, cerrando la anécdota entre risas.
También mencionó que “en 2007 compre la casa en Villa Domínico, me ayudo mucho cuando compre el segundo puesto en 2006 … pedí el permiso municipal …  ese puesto fue nuestro brazo derecho, el de Avellaneda …. Me fue bien, uno de los chicos, el Chino llegó a ser jugador de fútbol en Independiente, habíamos juntado un ahorro entre el y yo … cambió la diferencia en el trabajo un cien por ciento, pudimos alquilar una casa dos años en Avellaneda, saliendo de la IAPI.”
De esta etapa de su vida, mencionó “vimos que podíamos progresar con las flores, con lo que el pibe mío ya tenía 19 años, y bueno podíamos llegar a juntar, vamos a ahorrar y vamos a juntar, alquilamos una casa dos años”.  “Una casa ¡Imaginate!” exclamó, “una casa de esas, era como lo soñado, era increíble, tenía jacuzzi, ni sabía como se prendía”, agregando “ahí estuvimos dos años, y terminado el contrato de la casa, veíamos como podíamos comprar o alquilar dos años más”.  En este punto de la conversación, y acomodándose en el sillón, con el vaso de jugo recargado nuevamente, expresó recordó las palabras de su esposa, “Cata me dijo que el Gobierno en agosto había sacado créditos para inquilinos, saco una Ley, y de suerte que en la Argentina dentro de cincuenta personas, salimos nosotros, sin nada más que los dos años de recibos de inquilino, que pagábamos ochocientos pesos por mes, siempre cumpliendo ningún atraso”.  También reseña que para esa época con muchísimo esfuerzo y trabajo “había cambiado el auto, tenia un Escort ‘98, diez años más que el que tenía, el otro lo había comprado en el 2004”, completando que “en el 2008 me compro mi auto cero kilómetro, una Kangoo”, para poder tener mayor capacidad de transporte.
Mencionó, después de casi dos horas de charla, como fue adquiriendo experiencia en el oficio, al comprar “mejor calidad de flores”, sin que esto cambiara sus hábitos de trabajo, siempre con los mismos horarios, en los mismos lugares, bajo frío, calor, viento, agua y cualquier inclemencia del tiempo, y como se lo puede ver todos los días en el semáforo de 9 de Julio y Avda. Belgrano en Avellaneda.
Respecto a su actualidad, comentó “Ahora con el tema, seguimos con las flores, pero las flores en invierno es medio complicado. …  hay que tener alguna entrada, más no es fácil vivir como dice le Gobierno con dos mil trescientos pesos”, señalado que “nunca recibí un plan, odio los planes, cada uno tiene que trabajar”, agregando “cuando era chico pedía porque no me quedaba otra”.  
Después de una pequeña pausa, en que seguramente todos sus recuerdos pasaron como un film por su cabeza, agregó “Las condiciones cambian, porque tengo 46 años y ya me había prometido este año no vender en el semáforo”, señalando que “las flores siempre se venden, además es un rubro de poca inversión y mucha ganancia”, agregando con sabiduría y verdadero oficio de comerciante respecto a la venta de flores que “no es como ir a comprar a la carnicería, que compras carne, te puede salir dura y la comes igual.  En cambio, si las flores te salen malas, las tenes que tirar, perdés el capital”.
Teco en su puesto de flores en
España y Avda. Belgrano
Avellaneda 
 Finalmente, y al ser consultado respecto a como se ve en unos años, respondió “Me encantaría tener una buena tienda, o otro buen puesto como el de Avellaneda, o poner una florería con un vivero, y dejar la calle.   Porque los fríos los sentís, te mojas. Nosotros trabajamos todos los días con los pies mojados, con frío”
A la inevitable pregunta respecto a ¿Qué pasa por tu cabeza cuando te acordás de como arrancaste?, expresó “Pensamos que con Cata, hace 31 años que estamos juntos, últimamente estamos recordando, eso, somos abuelos, tengo dos nietas de tres años, un nieto de tres meses, a los 46 años.  Nadie cree que tenemos hijos de 31, 29, 27 y 18. Nadie te cree. Lo que pasa, que nosotros con el tiempo estamos orgullosos de la vida que tenemos, de los hijos que tenemos, de las amistades que tenemos, que son muy pocas, donde estamos hoy, del sacrificio”, sin dejar pasar la oportunidad de “agradecer” a su mujer Catalina por todos los años compartidos.
La noche ya se hizo cerrada y el frío golpeaba duro, sin embargo, nada pudo evitar que se dibujara una sincera sonrisa de satisfacción en la cara de ambos participantes de la charla relatada.  Quedaron en la mesa vasos vacíos, pero recuerdos llenos de las vivencias de alguien que siempre pensó en un futuro forjado por sus propias manos, y la satisfacción de haber recorrido un camino soñado, haber dejado atrás las privaciones de su infancia y logrado conformar una familia con quien compartir su vida.



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