TP Entrevista

Personajes. Entrevista a María Villano

     “La educación y el amor, yo diría, el único camino”

Por: Noelia Rípoli

María Villano es una monja consagrada, terapeuta y educadora de la zona sur del Gran Buenos Aires. Tiene 62 años y trabaja desde hace más de cuatro décadas en la docencia. Hoy nos permitirá conocer algo más de su vida, siempre al servicio de los demás, desde el amor, la educación y la asistencia.
Son  las cinco de la tarde, como acordé previamente vía telefónica, me presento en la casa de María Villano, “Mary”, como la llaman sus conocidos; ubicada en el barrio de Crucecita. Lejos de todo estereotipo religioso, me abre la puerta una mujer vestida con ropa casual y me invita a entrar en su departamento. Al principio me siento intimidada, su tono de voz sereno y, al menos, dos bibliotecas colmadas de libros con autores como Rogers, Tolstoi, Heidegger, Frankl, etc.; me anticipan la personalidad de una mujer culta, pero humilde. Adquiriendo un poco de confianza, por la calidez de sus actitudes, procedo a realizar mi  cuestionario:


NR: ¿En que consiste, básicamente, su labor como educadora?
MV: Antes era más formal, porque era parte de una institución. Cuando fui rectora que fue mi gran pasión, era acompañar a los jóvenes y creer que un mundo mejor era posible y que era posible desde los ideales. Creerlo en aquel momento y creerlo hoy. Mis egresados más grandes tienen ya 53 años, y afortunadamente con muchos todavía me trato y trato también  con sus hijos, que para mí es un honor.
 Y en la parroquia que estoy ya hace 27 años mi tarea fundamentalmente es la de acompañamiento y escucha, porque la parte puntual de asistencia, de darle comida a los pobres, eso lo hacemos a través de otros grupos. Pero lo mío es escuchar, escuchar y también bueno estás escuchando a una persona y ves que le falta algo, que tiene necesidades primarias incompletas, acompañar para satisfacer eso.
NR: ¿A qué edad se dio cuenta  de que quería ser monja consagrada?
MV: Muy chiquita. Antes de los 13 años. Me sacaron zumbando, te aviso. Los curas, mis viejos, todos. Pero como yo soy muy testaruda, aquí estoy.
NR: Y lo logró…
MV: Sí, lo logré.
NR: ¿Es usted el único miembro de su familia que se dedica a la educación?
MV: No. Los tres, somos tres hermanos. Yo soy la mayor.
Mi hermana, Irene, y yo somos las dos maestras y las dos profesoras. Irene es psicopedagoga, yo profesora de pedagogía y filosofía .Y mi hermano es sacerdote, así que, es el karma.
NR: ¿Qué papel tuvieron sus padres a la hora de la toma de decisiones en su juventud?
MV: No mucho, ¿sabés? Yo pertenecía  una generación en donde mi mamá quería que las hijas mujeres terminaran el colegio y, bueno, después de dedicaran a casarse y esas cosas. De facultad, ni hablar. Ser maestra, era el sueño mío desde el primer grado. En primer grado un día volví del colegio, me acuerdo perfecto, era junio y le dije a mi  papá “yo cuando sea grande voy a ser maestra”. Y él me contestó “todas las nenas de 6 años dicen que cuando sean grandes van a ser maestras”.
Y después, acompañando, respetando, me costó más mi mamá, mi papá fue siempre más abierto, o será mi mambo, no sé.
NR: ¿Recuerda alguna misión que la haya conmovido de manera particular?
MV: Sí. Para ser honesta, todas. Pero a mí, porque fue cuando ya era mucho más grande, me conmovió la cárcel.
NR: ¿Qué situaciones encontró ahí?
Yo iba a acompañar a un preso que se llama Ricardo Palavecino, me pidió alguien que sí lo podía ir a visitar y eso fue como la excusa. La vida conmigo fue muy generosa, Dios fue muy generoso. Me morí de miedo, había visto demasiadas películas, y la verdad, no es lo mismo ir al shopping que ir a la cárcel. Era en la cárcel de Ezeiza, la unidad 2 de la federal. De más está decir que no era culpable, pero si hubiera sido culpable daba igual.  Conocí gente muy impresionante. Y conocí mujeres muy heroicas, porque las esposas, las madres, las hijas entraban conmigo, íbamos juntas y era gente que se levantaba a las 5 de la mañana, que venía desde moreno, que no tenían plata para comprar cigarrillos para los presos, que trabajaban de empleadas toda la semana sin decirle a los dueños que su marido o su hijo estaba preso porque es mal visto, o porque podían echarlas por “portación de familiares”. Esa experiencia fue muy fuerte, muy fuerte y muy maravillosa.
NR: ¿Se arrepiente el algún  momento de haber dedicado su vida al servicio cristiano?
MV: No, nunca.
NR: ¿Cuáles cree usted que son las fallas familiares y sociales más graves al momento del desarrollo emocional de los niños y jóvenes?
MV: No sé. Socialmente me parece que no tienen espacio, no tienen espacio y no tienen personas que los escuchen. Digo, en las parroquias, en los clubes. Antes (en mi adolescencia) si vos no pertenecías a una iglesia, ibas a un club o a una, que se yo, lo que hoy sería las ONG. Ahora, al menos de donde yo conozco, que es poco, Guillón y Avellaneda, no hay una oferta que “capte” a los chicos (pero no capte para hacerlos ser scout), que los capte, que tengan “un lugar para tomar mate y charlar”. No hay o hay pocos.
 Hoy, primero, los lugares donde vivimos son chiquitos, cobijan una sola célula familiar, y después, esa célula puede estar rota y hecha de familias ensambladas. Entonces eso, no se si está bien o mal, pero es un desafío. Yo pienso en la vida más joven ¿la vida más joven qué mira? Y los papás estos, que tienen que hacerse cargo de estas vidas fracturadas tienen que trabajar para darles de comer. Entonces los dos están muy desahuciados, eso me parece que es.

NR: ¿Cómo hace usted desde su lugar para detectar o eliminar dichas fallas?
MV: No, eliminar no se puede. O sea, eliminar no, porque estamos hablando de una cosa que sucede y sucede más allá de lo que uno desea. Esto es lo que nos pasa, nosotros lo que hacemos en la parroquia es tener estos espacios de contención, después de cada misa y antes de cada misa estamos ahí, tomando mate, estando. Porque a veces los chicos no vienen a hablar, vienen a mirar. Vienen a mirar, o juegan a las cartas, juegan a la pelota, por ahí “a las perdidas” te cuentan algo o vienen a tomar mate nada más, o a escuchar música. Hacemos lo que podemos, con lo que podemos. No tenemos ni la capacidad física, ni el dinero ni las instalaciones para cobijar más gente, pero serán punta de lanza ellos, eso sólo.
NR: ¿Piensa usted que la educación puede salvar a las personas?
MV: Sí, totalmente. Sí, absolutamente. Sí, absolutamente.
La educación y el amor, yo diría, el único camino, no hay otro.
NR: ¿De qué forma las salva?
MV: Primero porque conectás, o deberías conectar con lo mejor de la persona que tenés adelante. Y si a la educación, es decir, a lo que vos le querés dar (educar es sacar de la persona, acompañar el crecimiento), le ponés el amor, y tenés la fortuna de que el chico que tenés adelante perciba que le estás dando amor  como la persona se encuentra mirada desde la perspectiva del amor, saca lo mejor de sí misma. Y una vez que se ve con esos ojos, (porque a veces los chicos están con una mirada que es errónea sobre su persona) y cuando se dan cuenta de que tienen el potencial de ser héroes, y santos y las hadas de las novelas y los príncipes valientes;  como que no tienen más techo porque van para adelante, no hay límite. Y si a eso le agregás la creatividad, no hay límite.

NR: ¿Cree usted que la sociedad contemporánea es más propensa a recibir mensajes espirituales, o que, al contrario, se aleja cada vez más de éstos?
MV: Hay dos respuestas: por un lado te tendría que decir: la droga, la sociedad de consumo, la mass media, todo eso  es como que aleja.
 Pero ¿sabés qué? Faltaría  a lo que yo creo.  Yo veo que tienen como una apertura en lo espiritual, por ahí no es lo espiritual formal, pero que creen en un mantra, que creen en una cosa mágica, gente que te dice “me hicieron un daño”, esa persona que te dice eso (que yo no comulgo) está creyendo que hay una fuerza superior. Que creen en la “new age”, que están muy abiertos a las religiones orientales. A mi me parece que es constitutivo del ser humano, lo que va un poco más allá de la finitud, le pongas el nombre que quieras ponerle, yo debo decir las dos cosas: lo que es aparente es la oquedad y lo que yo experimento, (tal vez porque tengo la suerte de encontrarme con gente especial), es que hay todo un apetito por lo espiritual, por lo profundo, por el sentido de la vida. A veces no bien manejado, a veces buscado por donde no corresponde, pero “si vos tenés la fe (decía San Agustín) un día encontrarás la bomba de agua, la fuente del agua”, y creo que la sed se tiene.

Luego de relatar sus experiencias, le agradezco por haber accedido a realizar la entrevista y ella me despide, no sin antes decirme “Que Dios te bendiga”. 

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